lunes, 16 de julio de 2007

En camión aunque sea un poco mas lento que el metro.

Son 4 escalones que subo con algo de emoción por tener por fin un lugar donde sentarme aunque sea un rato, paso mi tarjeta del metro y me trago la mala cara de la chofer gorda, (la entiendo no ha de ser nada fácil ser chofer de un camión en nueva York), y después me siento en el primer lugar vacío que veo aun cuando se lo tengo que dejar a un discapacitado o anciano si es necesario, peor me lo piden con un estampa tan linda con corazoncitos y todo que no tengo ningún problema con dejar mi lugar si es necesario.

A falta de algo que hacer decido dedicarme al silencioso arte de la observación, en este caso a la gente, una persona en particular atrapa mi atención; mujer, cuarenta y tantos años, case media baja, origen latinoamericano, a juzgar por su acento posiblemente puertorriqueña. Mantiene una conversación telefónica, primero habla sobre su computadora vieja, y después en un tono distinto, (tal vez por tratarse de una conversación un poco más comprometedora), empieza a decir “oye no te vayas a decepcionar cuando me veas, que luego me imaginas de una forma y soy de otra. Mi necesidad de completar la historia me dice que es un galán que conoció on line, me da un poco de risa, ¿como será el?

El camión hace un parada, suben don señoras que entre las dos tienen como 268 años, y tienen mas o menos la misma edad, así que me muevo como había acordad al principio, me voy dos filas atrás junto a una china que lee un libro de yoga. Y de nuevo reanudo el ejercicio de observación y ahora como era de esperarse, el ejercicio se dirige a las señoras a las que les acabo de ceder el lugar; toda la facha de alguien de esa edad, media grande, zapatos bajos y muy cómodos, esos que solo te venden con la credencial del insen. De nuevo de origen latinoamericano, pero alternan entre el español y el ingles. Mantienen una conversación a nivel de susurro que desde luego no oigo, peor no dejan de llamarme la atención por que se comportan como dos niñas de 24 años, se cuchichean de la misma manera. Es curioso cuando la amistad hace esas cosas.

Afuera la Quinta Avenida, es realmente linda, ha de ser genial venir un día de compras a fifth avenue, pero será para próxima, ahora no hay presupuesto. Vuelvo a mi realidad del camión de asientos azules. Atrás de mí un brasileño, lo digo por su facha, muy guapo, moreno, ojo verde, bien vestido, y habla portugués. Mantiene una conversación en el celular, en estos casos pienso que seria lindo tener alguien con quien hablar por el celular, por que si no me aburro y me da por observar.

En fin, ahora que lo pienso lleva ya un buen rato hablando solo con su maquinita con cámara de 3 mega píxeles y bluetooth. Junto a el hay una anciana, perdón ya podría yo ser mas respetuosa, una señora mayor, americana, judía, de nuevo todo juicio emitido a partir de su facha que es totalmente distinta a la del brasileño. Y por lo visto ella también ya se dio cuenta de la larga conversación que lleva su compañero de banca, y no parece estar muy de acuerdo con la situación. Así que lo regaña, como si fuera su madre, lo regaña, le dice en un ingles de lo más gruñido, “shut up, you are a pain in the neck” y lo golpea con el periódico que estaba leyendo.

En este momento estoy a punto de escupir de risa, pero me contengo y lo hago de forma bastante discreta, de todos modos la china junto a mi que ya dejo de leer y duerme hace un rato, se medio despierta a causa de mi espaviento. Los de atrás siguen peleando, el guapo sigue hablando por el celular, la señora necia le sigue pegando y regañando.

Ahora estamos en frente de central park, pero todavía no nos bajamos, sin embargo en esta parada se sue un señor que era idéntico a Burt el de plaza sésamo (Burt es el amigo de Enrique, es amarillo, tiene cabeza de huevo, uní ceja, y siempre esta enojado) con un perro chiquito, sin ser miniatura, y a mi parecer de lo mas limpio y cuidado, hasta simpático el perrito. El punto es que se sube con el perro aquel y se arma un revuelo en el camión, por que la chofer getona decidió que ella no se iba a mover mientras el perro estuviera ahí, por que los perros necesitaban ir en bolsa, y como ese no iba en bolsa ella no se movía. Todos se enojan, tienen prisa, no les cae en gracia el detalle, y ninguna de las dos partes del pleito parece ceder, ni se baja el señor del perro, ni avanza el camión, así que la chofer se estaciona en central park, nos da un boleto para un viaje a todos, nos manda al camión de atrás, y se queda a discutir con el señor del perro, el que se parece a Burt.

Ni hablar, aquí acaba el camión, la oportunidad de descansar y el ejercicio de observación, se bajan todos, no sin antes regañar al señor del perro, y hacer cara de disgusto, y se suben a otro camión. A ver que pasa en este.

Lucia.